César Manrique, a los 100 años de su nacimiento

            

 

            Larga conversación con César Manrique es una de esas entrevistas que realicé entre el 1974 y 1980, porque colaboraba con Radio Nacional de España en Tenerife llevando dos programas, uno cultural y otro universitario. Por eso iba a todos lados con un pesado magnetófono de bobinas, como llamábamos antes a la grabadora que hoy te cabe en un bolsillo y llenas horas de grabación digital con unas pequeñas pilas alcalinas, o simplemente usas la grabadora de voz del teléfono y ya está.

 

      Grabé esta entrevista en El Almacén de Arrecife, espacio creado por César Manrique y Pepe Dámaso, donde precisamente en 1974 representamos mi obra titulada "La estatua y el perro", por el grupo Los Ambulantes que dirigía Eduardo Camacho. Era aquél un lugar especial de gran atractivo cultural que, durante aquellos años, se hizo inevitable referente por ser el generador de una gran movida cultural cuyos ecos cruzaban nuestras restringidas, y pacatas, fronteras insulares.

 

            En la entrevista se nos muestra a un César abierto y sencillo, y en cierta medida vulnerable, una de sus muchas características en una persona tan poliédrica y creativa como fue él. Por supuesto, una personalidad genial como la suya no podía poseer una sola arista como el común de los mortales. Ahora que se cumplen los 100 años de su nacimiento, cualquiera de las palabras que en su día dijo se transforman en premonitorias y abiertas a un significado múltiple. Porque César poseía no solo un hondo vitalismo sino, sobre todo, una extensa creatividad cósmica que conectaba con los universos.

 

       

  

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