Empezar desde el vacío artístico

  Ya sabíamos que la vieja actitud del Estado como patrón la estimulaba hasta hace bien poco tanto el creador como el intelectual y el productor o gestor con sus interdependencias económicas. Una amplia clasificación de profesiones que se hacía infinita cada día se realimentaba pululando alrededor de los poderes económicos, de opinión y políticos: artistas plásticos, cantantes, actores, directores de orquestas, cineastas, diseñadores, músicos, pintores, periodistas, docentes, escritores, editores y manipuladores de las nuevas tecnologías…  Aunque parezca que ya nada es verdad ni mentira, hasta hace poco era cierto que casi nadie estaba a salvo de traficar con los intereses intelectuales. Cualquiera estaba sujeto a influencias y motivaciones, hasta el creador, pues él, como cualquier otro agente, se hallaba demasiado influido por el medio en que se desarrollaba su arte, junto a la educación y las ideologías que lo sustentaban. Junto al propio entorno social de base en el que pretendía expresar sus supuestos aciertos y, desde luego, sus esperanzas artísticas además de ganarse el condumio.

   Aunque también será cierto que el alma de la creación se alimenta de sueños, el artista genérico miente cuando juega a negar que necesite del apoyo y beneplácito del poder. Pero esa mentira la fabrica y sustenta sin maldad. Sabemos que una cultura sin gestores es casi imposible llevar a cabo, pues ellos ejercen de mediadores, y aunque no haya una política cultural reconocible, su misma negación es un rasgo distintivo.

  En nuestro territorio latino, el más poderoso agente cultural ha sido, durante todos estos años de la democracia, las administraciones locales y estatales. Pero han mandado e influido también en el devenir de los productos artísticos todos aquellos que supuestamente representaban las economías dominantes: los gestores y sus políticos, los productores y sus asesores, las ONL´s, el periodismo, los centros de enseñanzas, los ayuntamientos y gobiernos, los mercados transnacionales, las modas, las redes de distribución, exhibición y de difusión, y todas las industrias culturales desde los macroeventos musicales hasta las agencias multinacionales del cine, los teatros, libros, o los audiovisuales...

   Nadie puede aparentar ser inocente en ese sector o haber hecho siempre las cosas por puro amor al arte, porque se sabía que en términos de valor añadido el mundo de la industria cultural ocupaba una posición destacada en la economía, habiéndose situado por encima de sectores tan importantes como el transporte marítimo y terrestre, la hostelería y restauración, la fabricación de productos farmacéuticos, la industria petroquímica y química básica, la elaboración de bebidas y tabacos o la fabricación de automóviles. Ese valor generado por la Industria de la Cultura y el Ocio, se cifraba hasta hace poco en nuestro país en torno al 4% del PIB*, porcentaje muy parecido al de países como EE UU, Suecia, Reino Unido, Canadá, Austria y Alemania.

  Porque siempre los mediadores de la cultura, como sabemos situados en todos los niveles sociales, aunque costean, compran, venden, también incentivan pero dirigen, administran, a veces codician y censuran, por tanto condicionan e intervienen, a la larga influyen... en todos nosotros. ¿Sólo por ser quienes pagan o administran los costes? Uff, chico, nadie debe extrañarse de que no puedan ser perfectos, ya que necesitan estar en el tráfico de influencias para generar economías. Y por eso, en este tedio o marasmo improductivo del 2012, el panorama se vislumbra algo más que turbio. Pues porque como han perdido poder se han quedado al descubierto y ni siquiera ellos ganan, por ello, aunque parezca extraño, todo el anchuroso tinglado de la cultura se nos viene abajo como un castillo de naipes…

   En la base de la existencia social y cultural está el reconocimiento del territorio, en mayúscula, con sus especificidades físicas y humanas. Y lo más importante en nuestro territorio sería la visibilidad de las dinámicas, y que se puedan entender las relaciones de los distintos agentes culturales, quienes tienen la obligación de crear una tensión y transparencia, creativamente entendidas, entre los públicos, los creadores, los intelectuales, las universidades y centros de enseñanzas y aprendizajes y todas las industrias culturales. Pero todos esos posibles entramados se han deshilachado o cortado sus sinergias e intentos de mantenerlas.

  El Papá Estado ha cortado los hilos de la tela de la gran urdimbre económica de la cultura. El nuestro fue siempre paternalista y protector, al estilo de los gobiernos latinos, pero ahora dicen que los ajustes económicos nos han obligado a recortar hilos y hacer el traje cultural más corto, estrecho, ajustado... Claro está que la posible involución cultural está al cabo de la calle y la excesiva miopía del Estado provocará más efectos indeseables que cuando su proteccionismo excesivo generaba tendencia a la espectacularidad, derroche económico, competencia desleal frente al sector privado, conservadurismo, funcionarización y domesticación de los creadores… porque ahora, ni el Estado ni sus agentes ni los privados, manejan dinero.

  Conocer las dimensiones del entorno social es capital para entender mejor el escenario donde se desarrolla la crisis imaginativa del territorio amplísimo de la creación y producción artísticas. ¿Tenían asumidos el intelectual y artista los riesgos que corrían si se basaban solamente en la subvenciones?, ¿no temieron transformarse en seres domesticados? Ah, ya sabemos que en un Estado de crisis permanente no se pueden generar milagros culturales sin dinero, pero estos momentos son tan especiales que demandan obligatoriamente mucha más creatividad individual y colectiva que hace cinco años o diez. ¿Cabe volver al arte de las cavernas? Desde luego al de los barrios, al de las casas y los pequeños grupos, a los colectivos pequeños y las asociaciones voluntaristas…

  Pero lo más importante sería saber volver a empezar como si nada hubiera existido antes. ¿Recordaremos el camino de vuelta a los inicios, a la cultura que se fabricaba en las bases de nuestra sociedad, a las experiencias emergentes de las músicas y los teatros en los barrios? Lo dudo, porque viendo el inmenso abandono de los terrenos en las islas, de todos y cada uno de los minifundios familiares, y de cómo las nuevas generaciones no saben ni quieren revitalizar las tierras yermas ni regenerar nuevos plantones de hortalizas o verduras, muchísimo más alejados de sí tienen sus inicios las gentes de la cultura.

  Sí, creo que empezar nuevamente desde el Vacío puede ser una buena idea…

 

*Léase el decálogo de las Industrias Culturales & Creativas 2011 del Ministerio de Cultura: http://www.mcu.es/industrias/docs/IndustriaCulturalCreativa.pdf

 

 

 

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