La Asociación Tinerfeña de Escritores, convoca el I Premio Literario Amparo Walls Hernández. de Memorias y Biografías. Para consultar la Bases del premio, abrir en el siguiente enlace:
https://letrasbirmagen.wixsite.com/asociacionescritores/concurso-literario-2019
Amparo Walls Hernández, en sus escritos, testimonia el Santa Cruz antiguo de los años veinte y treinta del siglo pasado. Es la autora un tanto tardía de dos bellísimos libros titulados Mariposas de papel y Párrafos de la memoria, pues comenzó a escribir a partir de los noventa años cuando tenía ya mucho tiempo para recordar, y, como conservaba intactas la lucidez y la memoria, decidió editar sus memorias juveniles, donde el ya casi olvidado y antiguo Santa Cruz de los años veinte y treinta, recobra protagonismo. Nos lo contó así: ¿para qué escribir a los noventa y dos años?, ¿para qué…? Y se contestó: pues para experimentar muchas sensaciones dormidas, darle movimiento al cerebro y voluntad al vivir. Pero sobre todo para regalar a sus hijos, nietos, bisnietos, descendientes y lectores estos ramilletes de aromas del pasado, este airecillo fresco que tanta falta nos hace en nuestro mundo revuelto y tan falto de valores... Y para que con los sabores y los olores de otras épocas recuperemos la ternura que aún late y parpadea en nuestro interior haciendo resurgir el familiar y entrañable tesoro de ideas e ilusiones.
por Alberto Omar Walls
La doblez del sueño en la vida, el teatro de la existencia, y las contingencias[1] de nuestros símbolos...
Que La vida es sueño nos lo espetaba en las caras el gran dramaturgo Calderón de la Barca. A partir de ahí, quizá tanto lo del libre albedrío como la protección divina quedaban un poco descalabrados. No dudó en imprecar el protagonista de la obra teatral, Segismundo, en verso a su Dios cuando se encontró en diálogo íntimo: "¿No nacieron los demás,/pues si los demás nacieron/qué privilegios tuvieron/que yo no gocé jamás?"
En el cuarto acto de La tempestad, escribe Shakeasperare: "Estamos hechos de la misma sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se encierra en un sueño".
Y en el acto acto V, escena V, proclamaba Macbeth: "La vida no es más que una sombra que camina; un pobre actor que se contonea y apura su momento sobre el escenario, y después no se le escucha más: es un relato narrado por un idiota, lleno de sonido y furia, que no significa nada".
En la película El Halcón maltés de Dashiell Hammett, el personaje sorprendente que encarnó Humphrey Bogart dice casi al final que la escultura de halcón, por la que tantos lucharon, estaba hecha con la materia con que se hacen los sueños (the stuff that dreams are made of). Dicho lo cual, lo dice todo o no dice nada, mas condiciona al otro personaje del diálogo (y al público) a vivir en perpetua contingencia.
Borges, siguiendo con este tono ontológico, escribe en su pequeño relato El destino de Shakeaspeare: «La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: "Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo". La voz de Dios le contestó desde un torbellino: "Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo era muchos y nadie".» ¡Fantástico resumen del universo de contingencias!
A la Física cuántica no solo le encantan las contingencias, sino que abunda mucho más y, hoy, al ser humano nos tiende las manos impregnadas en uno de sus grandes pilares resbaladizos, la Incertidumbre.
[1] Lo contingente es algo que puede ser pero que, a su vez, puede no ser.
por Alberto Omar Walls
Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que entre la gente que estaba en la venta se hallasen cuatro perailes de Segovia los cuales se llegaron a Sancho, y, apeándole del asno, uno de ellos entró por la manta de la cama del huésped, hechándole en ella […] comenzaron a levantarle en alto y a holgarse con él, como con perro por carnestolendas.
Don Quijote, Cap XXXX
Me maltratan como muñeco de trapo
y me gritan el colorín colorado
como si estuviese de colores pintado.
¿Soy de trapo? ¡Pues debo ser muñeco
barato!, ¡de trapo rajado y
meado con aguas de niños!
Sí, soy de trapo, porque me atrapan,
me aprietan contra el suelo, mis costuras
se rasgan y me destripan
como si yo fuera de crin, guata, y aserrín.
¿Seré un muñeco de trapo?,
¡lo juro, no me hicieron de crin,
ni aserrín, ni trozos de trapo,
y no tengo colores ni manos de barniz!
¡Ay, que me hicieron de carne doliente,
y solo soy el pobre Sancho
que a nada se niega ni contradice
la autoridad de don Quijote,
y por ello tengo maltrechos mis huesos
con todos mis trapos molidos!
¡Aunque si me hicieron de trapo,
que es material barato,
y me desbaratara, pues con dos zurcidos,
un gran hato en el pescuezo,
y quizá de esta me escapo!...
Si fuera de trapo tendría siete vidas,
las siete de trapo, y entraría y saldría
tirando de las bridas hacia los lados
así en la muerte como en la vida,
porque siempre resistiría…
¡Cuánto aguanta mi cuerpo de trapo
que guarda mis vísceras de guata!
¡Pero con qué vapuleos me regalan,
y que tremendas volteretas en el aire,
más aún, qué mareos y padecimientos!
¡Cuidad donde caigan mis madejas,
si mi cuerpo es de trapo,
por si lo atrapara las uñas afiladas
de aquel gato! Porque todo gato palpa
mira, saja y tira, muerde y abre
el vientre de trapo y destripa
el aserrín enguatado. Ay, maldito gato
si me atrapara la cabeza… La deshuesa
del resto de mi trapo, las desesa
y deshilvana la tela de araña
mal hilada de mi cerebro,
desmadejaría la lana de mis cuentas
de pensamientos y desmemoriaría
la historia de todo mi pasado.
Cansado me dejaría, cejando en su juego
carnicero, y yo quedaría abierto,
acabado, destrozado, sangrado,
arañado, mordido, vejado,
llorando, ¡ay, bendito Sancho!,
la ausencia de todo tu ser
y el olvido de mi pasado.
¿Me hicieron de trapo?
¡Será, porque me adapto a cien brazos!
¡Voy de mano en mano! ¡Una mano
me mece, otra mano me acuna,
me pellizcan manos, en abrazos
crueles manos se hermanan y se aúnan
manos con mi cuerpo de trapo!
¡Manos me estiran, manos minan
con malos tratos la unidad
de mi cuerpo de trapo! ¡Manos
me contraen y manos me deshacen,
manos me tiran y manos
me recogen, me castigan manos,
y manos me sobrecogen,
manos me reprenden sin tacto
y hacen pactos tantas manos
que destrozan mi cuerpo de trapo!
Harapo pendejo, mi cuerpo de trapo,
lana raída que no puede huir
de las viles manos. Las manos alzadas
se rifan mi cuerpo de trapo y lo hacen trizas.
La tinta roja que destilan
mis harapos se desliza y aprisa
prende en la ansiosa estopa
de las manos, como si mis trapos
cedieran al fuego de las iras
y ardieran con sangre brillante
y viscosa de mi cuerpo de trapo, pelleja
sajada por los tajos de las sucias
uñas de tantas pérfidas manos...
¡Ya no soy el humilde Sancho,
sino un destartalado muñeco de trapo,
moñudo, colorín y colorado!
¿Que de moquetes se trata?,
¡la que me cae encima! ¡Aparta,
apartad tantas manos de mi cara!
¡Ya vuelvo a lo alto, al aire
mantean mi pelele, y no escapo!
Dios lo sabe, soy de trapo,
que caigo, me enredo, me desbarato,
que subo, me tuerzo, descalabro,
que crujo, me aguanto, pero me adapto
y salto de mano en mano, hasta
que me abandonan en tierra
casi muerto, mugriento, sin aliento…
¡Ay, mi amo don Quijote,
paréceme que la vida se va en un suspiro!,
¿pero qué extraño destino nos trajo
a esta desvencijada venta
olvidada de la fortuna del buen Dios?
Lloro mi soledad descuajeringado
en este rincón mohoso, y solo me quejo
de tan mala y contrahecha suerte
y no del dolor de este vapuleado cuerpo,
porque…¿qué iba a decir?...
¡Ay, que ya no siento mis trapos!
Me gustan las rosas rojas. Las rojas tienen algo que me seducen. Pero deben ser olorosas, de piel limpia y suave, carnosas pero sin complicaciones, cambiantes según la luz y vívidas cuando están en el vacío de la noche.
Pero no soy de un color solamente, ni siquiera de una flor específica, ni planta, arbusto o árbol únicos. Aunque me gustan las rosas rojas también amo el sabor del sushi perfecto, acariciar las olas del mar cuando chocan contra las rocas, y gritar cerca del Teide..., aunque llevo mucho tiempo que no subo hasta allí, lo que no me impidió escribir una novela reciente de unos personajes que se quedan atrapados en su subsuelo bajo toneladas de nieve. A ver si algún editor se "conmueve" y la publica con todas las de la ley.
Unas rosas rojas siempre hablan de amor, estés o no enamorado. Sabemos los significados emocionales de los colores [véanse la p. 94 y ss. de mi novela La sombra y la tortuga], pero poco me importan cuando tengo cerca el goce exquisito de la perfección de una rosa.
¿Y han visto las menuditas margaritas que, atrevidas, se entrometen en medio de un macizo de hierbas? Son perfectas en su simplicidad y, desde ese don se arriesgan a competir con las rosas.
Por eso, hoy, quizá, me haga, para colocar en el búcaro de la mesa, junto al ventanal que mira hacia el mar, un hermoso ramo de rosas rojas entremezcladas con margaritas silvestres amarillas...
Como autor de teatro radiofónico escribí a comienzos de los ochenta del siglo pasado los textos que dieron lugar a la serie titulada Las Islas de Walls. Se trataba de una serie de piezas dramáticas de una hora aproximada de duración, escritas expresamente para R.N.E. y que se emitieron a lo largo del año de 1984 para todo el país, entre el uno de julio y el 23 de septiembre. Este programa concreto de aquí se tituló El horario de las muñecas, muy propicio para estas fechas infantiles, y se lo dediqué a mis sobrinitos, que aún eran muuuuy chiquitines entonces [con sus nombres como protagonistas: David, Maveve, Daniel, Leo, Desirée, Jose´Ramón, Mónica, Margarita y Bibi]; ahora que lo he vuelto a escuchar me asombran dos cuestiones: la gran calidad de la producción realizada por aquellos grandes profesionales y, por supuesto, el que hubiese escrito ese texto tan difícil de comprender entonces por unos niños de nueve años como máximo. ¡Ay, querido Ángel Alberto, hace nada más y nada menos que 35 años!
La Asociación Tinerfeña de Escritores, convoca el I Premio Literario Amparo Walls Hernández. de Memorias y Biografías. Para consultar la Bases del premio, abrir en el siguiente enlace:
https://letrasbirmagen.wixsite.com/asociacionescritores/concurso-literario-2019
Amparo Walls Hernández, en sus escritos, testimonia el Santa Cruz antiguo de los años veinte y treinta del siglo pasado. Es la autora un tanto tardía de dos bellísimos libros titulados Mariposas de papel y Párrafos de la memoria, pues comenzó a escribir a partir de los noventa años cuando tenía ya mucho tiempo para recordar, y, como conservaba intactas la lucidez y la memoria, decidió editar sus memorias juveniles, donde el ya casi olvidado y antiguo Santa Cruz de los años veinte y treinta, recobra protagonismo. Nos lo contó así: ¿para qué escribir a los noventa y dos años?, ¿para qué…? Y se contestó: pues para experimentar muchas sensaciones dormidas, darle movimiento al cerebro y voluntad al vivir. Pero sobre todo para regalar a sus hijos, nietos, bisnietos, descendientes y lectores estos ramilletes de aromas del pasado, este airecillo fresco que tanta falta nos hace en nuestro mundo revuelto y tan falto de valores... Y para que con los sabores y los olores de otras épocas recuperemos la ternura que aún late y parpadea en nuestro interior haciendo resurgir el familiar y entrañable tesoro de ideas e ilusiones.
por Alberto Omar Walls
La doblez del sueño en la vida, el teatro de la existencia, y las contingencias[1] de nuestros símbolos...
Que La vida es sueño nos lo espetaba en las caras el gran dramaturgo Calderón de la Barca. A partir de ahí, quizá tanto lo del libre albedrío como la protección divina quedaban un poco descalabrados. No dudó en imprecar el protagonista de la obra teatral, Segismundo, en verso a su Dios cuando se encontró en diálogo íntimo: "¿No nacieron los demás,/pues si los demás nacieron/qué privilegios tuvieron/que yo no gocé jamás?"
En el cuarto acto de La tempestad, escribe Shakeasperare: "Estamos hechos de la misma sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se encierra en un sueño".
Y en el acto acto V, escena V, proclamaba Macbeth: "La vida no es más que una sombra que camina; un pobre actor que se contonea y apura su momento sobre el escenario, y después no se le escucha más: es un relato narrado por un idiota, lleno de sonido y furia, que no significa nada".
En la película El Halcón maltés de Dashiell Hammett, el personaje sorprendente que encarnó Humphrey Bogart dice casi al final que la escultura de halcón, por la que tantos lucharon, estaba hecha con la materia con que se hacen los sueños (the stuff that dreams are made of). Dicho lo cual, lo dice todo o no dice nada, mas condiciona al otro personaje del diálogo (y al público) a vivir en perpetua contingencia.
Borges, siguiendo con este tono ontológico, escribe en su pequeño relato El destino de Shakeaspeare: «La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: "Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo". La voz de Dios le contestó desde un torbellino: "Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo era muchos y nadie".» ¡Fantástico resumen del universo de contingencias!
A la Física cuántica no solo le encantan las contingencias, sino que abunda mucho más y, hoy, al ser humano nos tiende las manos impregnadas en uno de sus grandes pilares resbaladizos, la Incertidumbre.
[1] Lo contingente es algo que puede ser pero que, a su vez, puede no ser.
por Alberto Omar Walls
Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que entre la gente que estaba en la venta se hallasen cuatro perailes de Segovia los cuales se llegaron a Sancho, y, apeándole del asno, uno de ellos entró por la manta de la cama del huésped, hechándole en ella […] comenzaron a levantarle en alto y a holgarse con él, como con perro por carnestolendas.
Don Quijote, Cap XXXX
Me maltratan como muñeco de trapo
y me gritan el colorín colorado
como si estuviese de colores pintado.
¿Soy de trapo? ¡Pues debo ser muñeco
barato!, ¡de trapo rajado y
meado con aguas de niños!
Sí, soy de trapo, porque me atrapan,
me aprietan contra el suelo, mis costuras
se rasgan y me destripan
como si yo fuera de crin, guata, y aserrín.
¿Seré un muñeco de trapo?,
¡lo juro, no me hicieron de crin,
ni aserrín, ni trozos de trapo,
y no tengo colores ni manos de barniz!
¡Ay, que me hicieron de carne doliente,
y solo soy el pobre Sancho
que a nada se niega ni contradice
la autoridad de don Quijote,
y por ello tengo maltrechos mis huesos
con todos mis trapos molidos!
¡Aunque si me hicieron de trapo,
que es material barato,
y me desbaratara, pues con dos zurcidos,
un gran hato en el pescuezo,
y quizá de esta me escapo!...
Si fuera de trapo tendría siete vidas,
las siete de trapo, y entraría y saldría
tirando de las bridas hacia los lados
así en la muerte como en la vida,
porque siempre resistiría…
¡Cuánto aguanta mi cuerpo de trapo
que guarda mis vísceras de guata!
¡Pero con qué vapuleos me regalan,
y que tremendas volteretas en el aire,
más aún, qué mareos y padecimientos!
¡Cuidad donde caigan mis madejas,
si mi cuerpo es de trapo,
por si lo atrapara las uñas afiladas
de aquel gato! Porque todo gato palpa
mira, saja y tira, muerde y abre
el vientre de trapo y destripa
el aserrín enguatado. Ay, maldito gato
si me atrapara la cabeza… La deshuesa
del resto de mi trapo, las desesa
y deshilvana la tela de araña
mal hilada de mi cerebro,
desmadejaría la lana de mis cuentas
de pensamientos y desmemoriaría
la historia de todo mi pasado.
Cansado me dejaría, cejando en su juego
carnicero, y yo quedaría abierto,
acabado, destrozado, sangrado,
arañado, mordido, vejado,
llorando, ¡ay, bendito Sancho!,
la ausencia de todo tu ser
y el olvido de mi pasado.
¿Me hicieron de trapo?
¡Será, porque me adapto a cien brazos!
¡Voy de mano en mano! ¡Una mano
me mece, otra mano me acuna,
me pellizcan manos, en abrazos
crueles manos se hermanan y se aúnan
manos con mi cuerpo de trapo!
¡Manos me estiran, manos minan
con malos tratos la unidad
de mi cuerpo de trapo! ¡Manos
me contraen y manos me deshacen,
manos me tiran y manos
me recogen, me castigan manos,
y manos me sobrecogen,
manos me reprenden sin tacto
y hacen pactos tantas manos
que destrozan mi cuerpo de trapo!
Harapo pendejo, mi cuerpo de trapo,
lana raída que no puede huir
de las viles manos. Las manos alzadas
se rifan mi cuerpo de trapo y lo hacen trizas.
La tinta roja que destilan
mis harapos se desliza y aprisa
prende en la ansiosa estopa
de las manos, como si mis trapos
cedieran al fuego de las iras
y ardieran con sangre brillante
y viscosa de mi cuerpo de trapo, pelleja
sajada por los tajos de las sucias
uñas de tantas pérfidas manos...
¡Ya no soy el humilde Sancho,
sino un destartalado muñeco de trapo,
moñudo, colorín y colorado!
¿Que de moquetes se trata?,
¡la que me cae encima! ¡Aparta,
apartad tantas manos de mi cara!
¡Ya vuelvo a lo alto, al aire
mantean mi pelele, y no escapo!
Dios lo sabe, soy de trapo,
que caigo, me enredo, me desbarato,
que subo, me tuerzo, descalabro,
que crujo, me aguanto, pero me adapto
y salto de mano en mano, hasta
que me abandonan en tierra
casi muerto, mugriento, sin aliento…
¡Ay, mi amo don Quijote,
paréceme que la vida se va en un suspiro!,
¿pero qué extraño destino nos trajo
a esta desvencijada venta
olvidada de la fortuna del buen Dios?
Lloro mi soledad descuajeringado
en este rincón mohoso, y solo me quejo
de tan mala y contrahecha suerte
y no del dolor de este vapuleado cuerpo,
porque…¿qué iba a decir?...
¡Ay, que ya no siento mis trapos!
Me gustan las rosas rojas. Las rojas tienen algo que me seducen. Pero deben ser olorosas, de piel limpia y suave, carnosas pero sin complicaciones, cambiantes según la luz y vívidas cuando están en el vacío de la noche.
Pero no soy de un color solamente, ni siquiera de una flor específica, ni planta, arbusto o árbol únicos. Aunque me gustan las rosas rojas también amo el sabor del sushi perfecto, acariciar las olas del mar cuando chocan contra las rocas, y gritar cerca del Teide..., aunque llevo mucho tiempo que no subo hasta allí, lo que no me impidió escribir una novela reciente de unos personajes que se quedan atrapados en su subsuelo bajo toneladas de nieve. A ver si algún editor se "conmueve" y la publica con todas las de la ley.
Unas rosas rojas siempre hablan de amor, estés o no enamorado. Sabemos los significados emocionales de los colores [véanse la p. 94 y ss. de mi novela La sombra y la tortuga], pero poco me importan cuando tengo cerca el goce exquisito de la perfección de una rosa.
¿Y han visto las menuditas margaritas que, atrevidas, se entrometen en medio de un macizo de hierbas? Son perfectas en su simplicidad y, desde ese don se arriesgan a competir con las rosas.
Por eso, hoy, quizá, me haga, para colocar en el búcaro de la mesa, junto al ventanal que mira hacia el mar, un hermoso ramo de rosas rojas entremezcladas con margaritas silvestres amarillas...
Como autor de teatro radiofónico escribí a comienzos de los ochenta del siglo pasado los textos que dieron lugar a la serie titulada Las Islas de Walls. Se trataba de una serie de piezas dramáticas de una hora aproximada de duración, escritas expresamente para R.N.E. y que se emitieron a lo largo del año de 1984 para todo el país, entre el uno de julio y el 23 de septiembre. Este programa concreto de aquí se tituló El horario de las muñecas, muy propicio para estas fechas infantiles, y se lo dediqué a mis sobrinitos, que aún eran muuuuy chiquitines entonces [con sus nombres como protagonistas: David, Maveve, Daniel, Leo, Desirée, Jose´Ramón, Mónica, Margarita y Bibi]; ahora que lo he vuelto a escuchar me asombran dos cuestiones: la gran calidad de la producción realizada por aquellos grandes profesionales y, por supuesto, el que hubiese escrito ese texto tan difícil de comprender entonces por unos niños de nueve años como máximo. ¡Ay, querido Ángel Alberto, hace nada más y nada menos que 35 años!