© Alberto Omar Walls
Podría recomendarles algunos de mis relatos, porque el verano es buena fecha para leer textos de medianas dimensiones, pero les recomiendo El inmortal del también inmortal Jorge Luis Borges. Les adjunto aquí un bello grabado antiguo que no tiene que ver con la visión que Borges nos muestra en su relato donde sí que utiliza la técnica de las cajas chinas como estructura interna, evitando así la linealidad.
Este grabado apunta a otro concepto antiquísimo de la inmortalidad humana en el que quizá el gran Borges no quiso o no pudo indagar. Lo pongo para ayudarles a reflexionar, porque avanzamos en el conocer, y que aprendemos y nos comunicamos por hologramas. No cabe duda que la inmortalidad, observada desde la perspectiva que se nos muestra en Borges, resulta ser más un engorro que un don o un premio para alcanzar.
No obstante, hoy día, en vez de mirar solo hacia adentro del Hombre, se está mirando hacia afuera. La vista del observador ya no utiliza telescopios domésticos para admirarse ante los trillones de espejos galácticos que existen en el firmamento, y que nos devuelven sus brillos duplicados. Ya intuimos que es lo de menos que haya habido un big-bang, o que se repita, tras una nueva contracción de nuestro universo. Lo que ya sabemos es que existen dimensiones no transitadas por el ser humano, que hay universos paralelos y que, posiblemente, el Hombre pueda re-crearse en la medida de lo que desee, sepa hacerlo y tenga el respeto y la benevolencia para con el resto de los seres. Y que el tiempo puede llegar a abrirse como un acordeón…, o que la posible inmortalidad siempre será más divertida de lo que el maestro literario, Borges, nos planteó en su magistral relato.
¡Ah, la ficción!... ¡y qué divertido resulta ser nuestro universo si observamos, como niño que somos, todo lo que es capaz de hacer o deshacer sin cortarse ni un pelo...!