La contingencia

               por Alberto Omar Walls

 

           La doblez del sueño en la vida, el teatro de la existencia, y las contingencias[1] de nuestros símbolos...

 

            Que La vida es sueño nos lo espetaba en las caras el gran dramaturgo Calderón de la Barca. A partir de ahí, quizá tanto lo del libre albedrío como la protección divina quedaban un poco descalabrados. No dudó en imprecar el protagonista de la obra teatral, Segismundo, en verso a su Dios cuando se encontró en diálogo íntimo: "¿No nacieron los demás,/pues si los demás nacieron/qué privilegios tuvieron/que yo no gocé jamás?"

 

            En el cuarto acto de La tempestad, escribe Shakeasperare: "Estamos hechos de la misma sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se encierra en un sueño".

 

            Y en el acto acto V, escena V, proclamaba Macbeth: "La vida no es más que una sombra que camina; un pobre actor que se contonea y apura su momento sobre el escenario, y después no se le escucha más: es un relato narrado por un idiota, lleno de sonido y furia, que no significa nada".

          En la película El Halcón maltés de Dashiell Hammett, el personaje sorprendente que encarnó Humphrey Bogart dice casi al final que la escultura de halcón, por la que tantos lucharon, estaba hecha con la materia con que se hacen los sueños (the stuff that dreams are made of). Dicho lo cual, lo dice todo o no dice nada, mas condiciona al otro personaje del diálogo (y al público) a vivir en perpetua contingencia.

 

            Borges, siguiendo con este tono ontológico, escribe en su pequeño relato El destino de Shakeaspeare: «La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: "Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo". La voz de Dios le contestó desde un torbellino: "Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo era muchos y nadie".» ¡Fantástico resumen del universo de contingencias!

 

            A la Física cuántica no solo le encantan las contingencias, sino que abunda mucho más y, hoy, al ser humano nos tiende las manos impregnadas en uno de sus grandes pilares resbaladizos, la Incertidumbre.

 



[1] Lo contingente es algo que puede ser pero que, a su vez, puede no ser.

 

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