La cualidad de NECIO...

                     

            Necio, el RAE lo define muy contundente: Ignorante y que no sabe lo que podía y debería saber; imprudente o falto de razón; terco o porfiado en lo que hace o dice. Así que cuando se dice que alguien actúa como un necio, como mínimo es, también, un ignorante que está falto de razón y mantiene una actitud terca. Veamos algunos de los muchos sinónimos, al menos, solo del término ignorante: inculto, zote, analfabeto, indocumentado, profano, lego, iletrado, inepto, pedante, patán, bruto, bestia, porro, cernícalo, borrico, borrego, ceporro, cipote, zopenco, zamacuco, alcornoque, modorro, mostrenco, bodoque, camueso, zoquete, melón, berzotas. Con lo que la postura necia puede venir no solo de una persona, también de un grupo, un equipo, una formación, una mentalidad generalizada, un partido, unas actitudes, una generación, una sociedad, una cultura...

 

            ¿No está mal, verdad, la gran cantidad de apelativos sinónimos a los que nos remite la palabra necio? Teniendo en cuenta el inmenso peso del contenido que se le echa encima cuando pensamos en quien, o quienes, calificamos de necio, prefiero recurrir a una mentalidad femenina, una joven voz para su época, y una de las poéticas  más autorizadas de nuestro acervo castellano, a Sor Juana Inés de la Cruz [1651-1695], cuando se dirige sin miramientos a los ineptos hombres, que de manera inculta muestran todas las caras posibles ante las mujeres que creen sean de su propiedad...

 

                   hombres necios que acusáis...

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?

Cambatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

 

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo

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