Dientes sagrados

         Por Alberto Omar Walls

 

 

1- Hace un millón de años: Dientes caníbales 

    Se trata del Diente de un preneandertal. Los arqueólogos hallaron en Atapuerca, en la Gran Dolina, unos restos fósiles de ochocientos mil años de antigüedad, pertenecientes a un grupo de homínidos que bautizaron con el sugerente nombre de homo antecesor. Junto a los restos preneandertales de nuestros olvidados bisabuelos se encontraron también los fósiles de unos animales de gran tamaño. Se afirmó con aquel encuentro, hace ya más de diez años, que este hombre antecessor pudo ser la especie que colonizó Europa en el ejercicio de su juego trashumante que abriría caminos para la dispersión de la primera raza humana, desde África a Europa pasando por Asia.

     Pero hace ya cinco veranos se halló un Diente de homínido que vivió en esos lugares burgaleses la friolera de un millón doscientos años. Lo que situaba a su primitivo propietario en el europeo más antiguo previsto hasta el momento. Al dejarse descubrir en la tierra por una arqueóloga, ¿el solitario premolar buscaría a su dueño o a quien se lo comió? Porque nuestros antepasados practicaban el canibalismo. ¿Acabaremos sabiendo quién se comió a ese joven de veinte años, o si murió de muerte natural, con lo natural que fueran las muertes de entonces? No es relevante, pero sí el que un Diente recorre el mundo buscando a su dueño. Toda seña de identidad empieza por el genoma de un premolar. Ciertamente, la arqueología es una ciencia del futuro.


      2- El Diente sagrado de Buda

    Antes de morir Buda, símbolo de tolerancia y pacifismo, le extrajeron tres dientes. Dos de ellos fueron enviados al Más Allá, el tercero quedó en este mundo custodiado por las gentes y autoridades de la ciudad de Sri Lanka. Es una reliquia que atrae a millones de devotos. Múltiples capas de oro y piedras preciosas guardan celosamente el sagrado Diente. Los millones de budistas que lo veneran sólo pueden besar el cristal de seguridad que, como la capa exterior de una mística cebolla, recubre el testimonio arqueológico de un santo.

     Ese regalo de lo divino a la posteridad, el Diente de Buda, es otra seña de identidad humana. Ciertamente, la fe es una ciencia del futuro.


      3- El Diente sagrado de un Niño

    El niño babea y está impertinente. Llora a la primera de cambio. Se mete todo lo que encuentra por ahí en la boca y lo muerde con rabia y desespero. Se le está formando la dentadura y la carne de las encías se resiente al ser empujada por la corona del marfil nuevo. No sabe aún que eso también les ocurre a todos los niños del mundo. Tampoco puede imaginar que ese simple hecho, junto al terrible dolor que le provoca, aúna en un mismo territorio poemático todos los pasados y futuros del hombre en la tolerante Tierra. Ciertamente, todo Niño nuevo es la ciencia del futuro.


       4- Coda final

     ¿Sabrá alguno de los tres dientes, el de Atapuerca, el de Buda o el del Niño anónimo, que sus arqueológicas células ayudarán quizá a reconstruir en el futuro, clónicamente, los cuerpos ocultos de sus propietarios?

       Ah, sagrados dientes…

 

 

 

 

 

 

 

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