¡Oh, patria mía, tan bella y tan perdida!

   MOMENTO MÁGICO EN LA OPERA DE ROMA...

 

   12 de marzo, Italia festeja el 150 aniversario de su creación. Como es lógico asiste Berlusconi, y en esa ocasión se representó en Roma la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi, dirigida por el maestro Ricardo Muti.

 

   Nabucco y el canto lángido y dolorido de Va pensiero es el símbolo de la búsqueda de la libertad, pues en los años en que escribió Verdi su ópera, Italia estaba bajo el imperio de los Habsburgo.

 

     Cuenta su especial experiencia el director Muti, aunque en el vídeo hay ocasión de oírle: La ópera se desarrolló normalmente hasta que llegamos al famoso canto Va pensiero. Inmediatamente sentí que el público se ponía en tensión. Hay cosas que no se pueden describir, pero uno las siente. Era el silencio del público el que se hacía sentir hasta entonces, pero cuando empezó el Va Pensiero, el silencio se llenó de verdadero fervor. Se podía sentir la reacción del público ante el lamento de los esclavos que cantan: ¡Oh patria mía, tan bella y tan perdida!

 

     Cuando el coro llegaba a su fin, el público empezó a pedir un bis, mientras gritaba Viva Italia, Viva Verdi. Ricardo Muti contó luego que no quería sólo hacer un bis, tenía que haber una intención especial para hacerlo, aunque se dio la vuelta, miró al público y a Berlusconi a la vez, y se oyó que alguien entre el público gritaba: ¡Larga vida a Italia! Muti le respondió: Sí, estoy de acuerdo, ¡larga vida a Italia! y siguió diciendo que ya no era un joven, que llevaba treinta años moviéndose por el mundo y contó que aceptaba el bis porque si seguimos así vamos a matar la cultura sobre la cual se construyó la historia de Italia. En tal caso, nuestra patria, estaría de verdad ¡bella y perdida!

 

   Muti vino a decir que si él había callado durante años, ahora deberían darle sentido a ese canto concreto. Y le propuso al público que se uniera al coro y que cantasen todos el Va pensiero.

 

  Claro está, todo el público asistente a la ópera de Roma se puso en pie y acompañó con sus voces el canto del coro. Se produjo una mágica y emotiva experiencia, mientras caían los programas de los asistentes volando por el aire del teatro como palomas reivindicadoras de una paz perdida...

 

   Esa noche no fue solamente una representación de Nabucco, sino también una evidente protesta del teatro para llamar la atención de las terribles acciones oligopólicas de toda la clase política mundial.

 

   Lógicamente, todos lloraba, público y coro. El viejo símbolo de Verdi nos sigue valiendo aún hoy en día…

 

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