Mi Budita

     © Alberto Omar Walls

 

   Estamos a poquitas horas del nacimiento oficial del verano. Por lo que el dios Pan, Baal o Dionisos, van a ser celebrados sincrónicamente en las cientos de fiestas de nuestros pueblos, a medias paganas y religiosas. Al fin y al cabo, estarán celebrando el canto de la Madre Naturaleza en su gran esplendor; sin saberlo, les están lanzando vítores al sol y su energía en expansión, como época culminante de la masculinidad yang.

 

   Tengo algunos budas, no tantos quizá como mi amigo y editor Francisco. De hecho tengo uno que él me regaló hace años. Lo mío no solo es un gusto estético, sino que de tiempo me son apreciados ciertos modelos de trabajarme la conciencia con algunos de los principios básicos de los que hablaba el gran Siddharta. Ejercitarse en la meditación diaria creo que ya la recomiendan hasta algunos psicólogos modernos, pero de no ser así, yo se la recomendaría a todo ser humano.

 

  Ahora mismo veo cómo el sol se oculta hacia Los Gigantes haciéndose un enorme plato encendido de color naranja dorado que se extiende por todo el cielo. No sin cierto cuidado lo miro fijamente unos segundos y aprehendo en la pantalla de mi mente su poderoso fulgor. Somos hijos del sol, como las plantas y los seres que pueblan la tierra, por lo que mirarle con respeto y conciencia unitaria, también garantiza estar en el presente. Intento, tomando conciencia de estos hechos, como diría Khrisnamurti, seguir viviendo de instante en instante.

 

  Pero vengo hablando de las figuritas del Buda, aquí les mostraré dos fotos de la hermosa figura ambarina que me regaló mi amiga Antonia Sánchez Leyva en unas Navidades. Dos fotos de la misma figura: una de frente y otra de perfil. De los que tengo, es mi Budita preferido y el que observándole durante tiempo me ha desvelado algunos secretos. Y es preferido, por varias razones, dos de ellas quedan resumidas en muy poco: una, debajo lleva grabadas unas crípticas figuras que llevo años que me tienen buscándole su total significado; otra, porque una de sus manos la tiene subida hasta la oreja y se presiona ahí con el dedo pulgar. Este gesto tan sencillo, es un sistema milenario de meditación que me es muy apreciado y que practico por su eficaz beneficio.

 

   Y tengo la figura de mi Budita de fondo en la pantalla de mi ordenador.

 

 

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